miércoles, 29 de enero de 2014

Daredevil y las ondas sonoras

El sonido es una onda mecánica longitudinal originada por la propagación en un medio  elástico sólido, líquido o gaseoso, del movimiento vibratorio de un determinado objeto.

Los focos capaces de generar una onda sonora pueden producir sonidos que no sean audibles. Este hecho nos permite clasificar a las ondas sonoras en ondas audibles (frecuencias comprendidas entre 20 Hz (frecuencia umbral) y 20000 Hz (frecuencia máxima perceptible) y ondas no audibles (ondas infrasónicas, o infrasonidos, su frecuencia es inferior a 20 Hz; y ondas ultrasónicas o ultrasonidosfrecuencias superiores a 20000 Hz).

El oído humano constituye el último eslabón de la cadena sonora, ya que convierte las ondas sonoras que le llegan en señales eléctricas



Estas se transmiten por el nervio acústico hasta el cerebro, donde son interpretadas como sonido.


OJOS QUE NO VEN, CUERPO QUE SIENTE

Hijo de un boxeador venido a menos y bebido a más desde la muerte de su mujer, Matthew Murdock perdió la vista a los 8 años cuando un camión, cargado de productos radiactivos, pierde su carga y parte del contenido salpica los ojos del niño. El accidente despierta la faceta de luchador del padre que obliga a Matthew a no rendirse y a continuar, con más ahínco aún, sus estudios. Esto hace que abandone los juegos en la calle y sus amigos del barrio, viéndole como un empollón que temía hacerse daño le llaman, irónicamente, Daredevil (temerario). El accidente de Matthew tiene, también, consecuencias en su padre, Jonathan Murdok, que comienza a centrarse y retoma su carrera deportiva con un agente apodado El Arreglador. Los triunfos comienzan a acumularse y el futuro parece prometedor, al menos hasta que su agente le dice que en la siguiente pelea debe dejarse vencer y que si llegó hasta ahí fuer porque él, su agente, amañó los combates. Jonathan Murdock desafía al promotor y vence, pero la victoria resulta amarga: unos matones de El Arreglador acaban con él. Matthew queda huérfano y decide erigirse en vengador de su padre y del crimen en general. Se confecciona un disfraz rojo y gracias a sus sentidos restantes, mejorados por la sustancia radioactiva y misteriosa, se convierte en Daredevil. Su oído funciona como ECOLOCALIZADOR, un sistema 'visual' similar al utilizado por murciélagos y algunos mamíferos marinos, pero también y debido nuevamente a la misteriosa sustancia, su sentido del equilibrio, residente en el oído, se ha incrementado a niveles superiores a los de un acróbata, lo que le permite controlar los movimientos de su cuerpo a un nivel superior a cualquier humano.


¿Es posible que la pérdida de un sentido aumente la percepción de los restantes? Aunque parezca increíble, la respuesta es sí. Nuestro cerebro es capaz de compensar no sólo la pérdida de un sentido, sino la de toda una región. Estudios realizados en el departamento de neurología de la Universidad de California han descubierto que pacientes que carecían de un área denominada amígdala (encargada de las memorias emotivas), el cerebro se encargaba de re-conectarse para que otras regiones hicieran el trabajo. Esta habilidad es conocida como neuroplasticidad. La importancia de esta investigación es que si los científicos logran descubrir cómo funciona, podrían ayudar de un modo más eficaz a pacientes con enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer.


¿Y qué ocurre con el caso de Daredevil? ¿Qué pasa con aquellas personas con ceguera? Pues que su cerebro también se adapta, utilizando la región que normalmente se encargaría del procesamiento visual para estimular los sentidos restantes. En particular las tareas del oído y del tacto. Así lo descubrió un estudio recientemente realizado por Josef P. Rauschecker, de la Universidad de Georgetown, sometiendo a un análisis con Imágenes por Resonancia Magnética a 24 voluntarios mientras realizaban una serie de tareas relacionadas con el oído y el tacto. De los voluntarios, 12 eran ciegos de nacimiento, y su córtex visual presentaba una actividad mucho mayor que la de los otro 12 voluntarios sin problemas visuales.


Este descubrimiento muestra que las neuronas presentes en esta región del cerebro de los no videntes sigue funcionando, pero en lugar de responder a estímulos visuales, lo hacen a sensaciones auditivas o táctiles.


Para que una persona pueda diferenciar mediante el tacto entre dos puntos sobre cualquier superficie, la distancia entre ellos no puede ser menor a 2 mm. La distancia entre los puntos que conforman el lenguaje Braille es de 2'34, es decir, la habilidad para leer en este sistema está muy cerca del límite físico. Este es un claro ejemplo del aumento de la sensibilidad del tacto.

Más impresionante es el aumento del sentido auditivo. Los ciegos chasquean los dedos o chocan la lengua con el paladar para que el sonido que emiten interactúa con el ambiente y les devuelva un eco que les permita saber su localización. Esta habilidad, si la entrenamos, la podemos desarrollar todos, aunque difícilmente con el nivel de habilidad de los invidentes.


EL VERDADERO CAMPEÓN

Un caso que demuestra esta habilidad es el de Alfredo Acosta. Este español de 30 años, se quedó ciego a los 7 debido a una degeneración visual. Y fue subcampeón mundial de fútbol para ciegos en categoría B1 (ciego total). Alfredo es capaz de correr por un campo de fútbol sala sin salirse del límite, sin chocarse con adversarios y, al mismo tiempo, dar pases, interceptarlos y marcar en portería con un portero que sí puede ver. La clave, el oído. Los balones son casi idénticos a los de fútbol sala, solo que en su interior tiene 4 o 5 canicas metálicas que suenan cuando el balón se mueve. Esto le permite ubicarlo. Para saber las dimensiones del terreno, primero da una vuelta por los laterales. El público o las paredes le ayudan a saber cuan cerca está. Regatear o correr en la dirección correcta es posible gracias a los ruidos. Los jugadores profesionales de fútbol para ciegos son capaces de distinguir a su rival al menos a 5 metros de distancia, gracias a los sonidos que emiten. Finalmente, para disparar a portería, los deportistas cuentan con un ayudante que se coloca detrás de ella y le guía.


Fuente: ‘La ciencia de los superhéroes’ de Juan Scaliter.

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